En este cortometraje, las tres mujeres recuerdan sus vidas en la casa a través de un testimonio íntimo y reflexivo. Mientras oímos sus voces, impregnadas por la duda y el silencio, observamos los rincones de la casa que han habitado. Luces y sombras, objetos personales y rituales cotidianos nos conducen por el espacio en un viaje onírico a través de la arquitectura de la casa.
Por otra parte, Maximina, una mujer de 87 años con alzhéimer, actúa como hilo conductor que fragmenta y une estas tres narraciones. Los recuerdos de su infancia se han reducido a una sola imagen: el momento en que su padre le enseñó a nadar. Alterando la imagen analógica para acompañar a su testimonio, reflexionamos sobre la distorsión de la memoria, el paso del tiempo y la ficción en el propio relato de vida.